Don Lancerio y la cultura
“En mi calidad de
ex ministro lamento profundamente que este gobierno, que habló de cambios, siga
haciendo lo mismo de todos los trogloditas anteriores, que lo que de menos se
ocupan es de la cultura”, palabras del artista plástico Élmar Rojas en su crítica a la situación actual.
No
cabe duda que algo del fascismo, sólo que más encubierto pero con la misma
intención de callar voces, sucede actualmente contra las artes, contra la
cultura, contra los grupos que quieren y luchan por una Guatemala diferente.
Esto no es casualidad, si sabemos que todos los
funcionarios públicos fueron cuidadosamente escogidos precisamente por su
opacidad y servilismo incondicional para decir amén a todo lo que dicte el
ejecutivo.
Guatemala,
un país que en más de cien años no ha tenido una guerra con algún bando fuera
de sus fronteras tiene un Ministerio de Defensa que acapara todo el dinero que
debería estar en las cajas del Ministerio de Cultura y Deportes. Si comparamos
los rubros que fueron asignados a ambas carteras en el Presupuesto General de
Egresos e Ingresos para este año, podemos darnos cuenta cómo el Estado, con
nuestros impuestos, le otorga más plata a la “seguridad” que al fomento de las
artes.
El Ministro se
quejó de la escasez de recursos, pero cuando le preguntaron sobre la
celebración del Baktun 13, habló de invitar a artistas internacionales y
premios nobel, repitiendo lo que algún asesor le mencionó, ya que su vasto
conocimiento en cultura general le impidieron recordar -o conocer- el nombre de
algún premio nobel de literatura.
Es
urgente que desde el Estado se conciba al arte como una opción de vida. No
queremos violencia, por lo que es necesario apoyar a quienes con la actuación,
la danza, la pintura, las letras y la escultura -entre otras disciplinas-,
construyen la vida.
Acaso haya en esta columna, desesperación, clamor, impaciencia por los siglos de silenciamiento y autocensura que han anulado y deformado nuestra capacidad de interlocución con el otro. Y si hay quienes ven irrespeto y ausencia de reconocimiento, así hemos venido desde siempre, desde el aullido a la palabra, entendiéndonos. Ojalá que así continuemos.
Acaso haya en esta columna, desesperación, clamor, impaciencia por los siglos de silenciamiento y autocensura que han anulado y deformado nuestra capacidad de interlocución con el otro. Y si hay quienes ven irrespeto y ausencia de reconocimiento, así hemos venido desde siempre, desde el aullido a la palabra, entendiéndonos. Ojalá que así continuemos.
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