Primer intento:
Nací en un barrio, Las Delicias, en Cuilapa, Santa Rosa; crecí sin grandes contradicciones, en diferentes lugares... como gitanos dice mi madre.
Un hombre es un hombre; una mujer es una mujer. De todas formas crece, se reproduce y muere.
Segundo intento:
Por mi abuela paterna y sus historias soñaba al pié del Tecuamburro habitaba un enanito que poseía una olla llena de monedas de oro.
Tercer intento:
Comía frijoles con plátano todos los días y cazaba cuanto animal alado o terrestre con mi honda, después vinieron los tiempos de los primeros pitillos y “serote” no me toqués, que te rompo la jeta.
Cuarto intento:
Se llamaba Julia, cirquera de oficio, corazón de limón, yo tenía diez años, ella veinte. “Vení, vení, no seas sonso vamos a buscar el gato debajo de la cama”
Hoy podría dejarle flores en el camposanto.
Quinto intento:
Los miércoles era el día de las novenas, es decir, el día de más propinas en la iglesia de San Miguel, Guazacapán; los muertos vivos, rezaban por sus muertos muertos, y ponían su diezmo en la alcancía especialmente preparada.
Sexto intento:
Mi madre nació en Cuilapa, igual que yo, cerca de una iglesia; mi padre nació en Guazacapán, cerca del Tecuamburro, de ahí mi solemnidad. Mi madre solía contarme historias de amor.
Séptimo intento:
Yo era pulcro y me lavaba todos los días el corazón. Después vinieron los veranos violentos; los amores ingratos, las despedidas violentas.
Octavo intento:
Fui vendedor de periódicos, feriante, estudiante de ingeniería, karateca, caminador incansable, acólito, psicoanalista fuera de la ley, tornero, lector de novelas del oeste, colaborador de los “otros” en mis violentos años en que fui sindicalista obrero. Digamos que todos estos oficios, fueron delicados, como el agua de rosas, digamos por ejemplo que me gustaría tener un caballo de carreras, como en mi infancia me hubiese gustado tener una bicicleta, un tren eléctrico y una novia trapecista.
Digamos por último que me gustaría ser cantante de rock, y lanzarles gritos de amor, desgarradores gritos de amor a las jovencitas de los primeros palcos.
Pero ya no puedo. A mis cincuenta y cuatro años haría el ridículo gritando en el teatro Roma al ver a la morena izabalense en el concurso de señorita “las mejores piernas”.
Último intento:
Soy escritor en un país analfabeta. Escribo mis utopías, me refugio en la libertad de mi ordenador, a veces experimento por amor al arte y me escondo de la hez de la sociedad. De tanto leer he quedado escrito por otros. Por eso cuando quiero escribir por mí, siento que ya lo han hecho. Porque si tuviera que escribir mí biografía, mi vida, no habría diferencia entre lo que pasó afuera y adentro. Ni habría una línea divisoria entre lo que fue suceso exterior y lo que fueron textos ajenos.
Un cabrón dijo que todas las vidas merecen ser escritas. Pero algunas, como la mía, son plagios.
Lo dejo a su criterio lector Ileso. Ileso, por lector.
No hay comentarios:
Publicar un comentario