sábado, 15 de octubre de 2011

TEU CORPO


La edad nos hace jugar a coger el agua, 
a tatuar el humo, a no irnos... 
a jugar el largo, el triste juego del amor... 




A los veinte, uno idolatra la respuesta; a los cincuenta la pregunta: ¿cuál de nosotros, el crédulo que fui, el escéptico que soy, se acerca a la verdad?.… no olvido y recuerdo que quizás una de las contradicciones que más te disgustó fue aquella donde mientras mirabas por la ventana la caída de la tarde, observabas el choque de las olas en la playa, ensimismada de la belleza del sol, las gaviotas en formación volando hacia sus nidos, de la cual otras veces yo te había hablado, en vez de dejarte hacerlo, en vez de dejar que tomaras tu tiempo, empecé a pedirte que vinieras a mi lado. Ese día, te escapaste del Colegio allá en el pueblo, nunca te habías subido a mi moto, Zundapp modelo 51, no querías subirte porque llevabas tu falda corta del uniforme del colegio, tampoco sabes que ya en Tilapa, cuando te sentaste a mi lado y te contemplé, estiré el brazo para introducir la mano por debajo de tu blusa que estaba salida de la falda, porque en ese momento deseaba sólo tocar la piel de tu espalda, tu piel morena, que se me figuró lo más preciado de tu cuerpo en ese momento, pero te volteaste y te acostaste perpendicularmente apoyando la cabeza en mi cadera, y fue como una posibilidad sublime que no tuvo finalmente asidero, y que fue de golpe desplazada por la sensación del peso de tu nuca, por el atisbo único de la falda corta azul, y tus rodillas, entonces yo busqué el espacio escondido y oscuro de tu centro, el olor único de tu sexo que de alguna forma estaba como inerte y dormido, esperando fría y dejadamente el avance del minuto, la provocación y el impulso final donde después de la vergüenza te incorporaste para desvestirte, y yo te di el silencio y el tiempo para luego al yo voltear y mirarte, desde allá lejos donde yo estaba colocando el casete de Nino Bravo, vi tu cuerpo moreno y extraño tendido boca abajo, rendido al sacrificio del poniente, al beso de mi boca, crispándose un tanto al juego dichoso y libre de mis ganas, de tu noche... 
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... esa noche después de 10 años, iba de nuevo a buscarte, quizás, seguramente, porque habíamos resuelto en algún momento que yo iría a tu encuentro para redimir nuestro pasado. Como otras tantas veces, buscándote sin encontrarte, recorrí las habituales cuadras, subiendo despacio, la noche limpia y como detenida en ese olor a rosas que en ese tiempo se respiraba en las orillas de la ciudad, o más bien, detenida en mi memoria, en el recuerdo que vuelve una y otra vez desde allá dentro, como desgranándose de a poco y sin prisa, tan cotidiano de encontrarlo ahí repetido, sigiloso y siempre en acecho. Fue entonces cuando luego de cruzar tu esquina, ya casi cerca de tu ventana, te vi salir, dejando la puerta un poco abierta, saliste a la calle con esa segura definición de quien sale de una habitación para entrar en otra, con tu temprano donaire, el traje sastre , el cabello corto, caminando y bajando en diagonal hacia la tienda, sostenías en la mano una jarra metálica, y supuse en seguida tu destino, la función y el mandado, supuse también algo de tu felicidad, yéndome, arrastrándome a tu mundo que no conozco, supuse que la vida siempre se da el lujo de agigantarle a uno la realidad. Vos, alejándote hacia la tienda, de espaldas, tu caminar apresurado, quizás nervioso, la noche envolviéndote en su destello... no volteaste cuando te silbé bromeando...di la vuelta y juré no volver nunca mas... 

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