jueves, 1 de septiembre de 2011

Las chicharras




Las chicharras han comenzado a cantar. El verano ha llegado renqueando, como si no quisiera aparecer, y el calor costeño empieza hacer estragos. Siempre asocio el sonido estridente de las chicharras con el calor veraniego. El sábado en la costa las he escuchado y me han sorprendido porque la Semana Mayor aún está lejos.
     Mis recuerdos del verano están asociados hasta la adolescencia. Gocé como todos esas épocas y recuerdo mi infancia en función de esas largas estancias en los lugares donde residimos (parecemos gitanos me decía mi madre) Los olores y los sonidos son mi referencia. El olor a los cafetales de la costa, al río Los Esclavos en Cuilapa, el olor a caca de caballo en Guazacapán. El canto monótono de las chicharras en La Reforma, San Marcos, y al apagarse el sonido chirriante, aparecían las luciérnagas como presagio de una nueva vida.
     He aprendido con el devenir de los años que las chicharras no sólo son insectos que restriegan sus patas y sus alas para cautivar esos sueños que se visten de agua y que bajan de los nubarrones que nos han olvidado acaso para siempre. Las chicharras pueden ser también trozos de la esperanza que no tienen partido político ni claman por votos, ni se montan en el carro de la demagogia, ni burlan las leyes, ni obedecen a las diferentes voces de la religión: no son esas ovejas que necesiten pastores que las conduzcan al borde de la presa para orar por la lluvia. Solamente son fragmentos de ilusiones que dejan brotar su chirrido de saudades. ¿Qué ha cambiado para que no queramos guardar ya recuerdos? Humberto Ak´abal, en su poema Recuerdos, dice: “de vez en cuando camino al revés/ es mi modo de recordar/ Si caminara solo hacia adelante/ te podría contar como es el olvido.
     Estoy ahora en Retalhuleu, escuchando las chicharras, diciéndonos desde las ramas de las paternas, de los guapinoles y los cushines, con ese sonido chirriante que taladra los sentidos como llave que gotea a media noche y que parece decirnos en su monótono cantar aquel canto de la abuela: ¡Que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva...

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